De todos los colores entre los que puede elegir, la niña escoge un pequeño ovillo malva claro. Su madre le deja una de sus agujas y la sienta junto a ella. En realidad, la niña no sabe tejer, pero se entretiene enredando el hilo en la aguja bajo la supervisión atenta de su madre. La pequeña trata de imitarla, mientras la madre teje algo que aún no tiene forma, pero que ya posee infinidad de colores: el naranja luminoso de los días más felices, el gris pálido de aquéllos en los que no está para nadie, el azul celeste de cuando se siente feliz con ella misma, el verde botella de los momentos en los que sólo busca esperanza...
La niña lleva un rato observándola. Con paciencia, desenreda todo el hilo de su aguja y se lo ofrece a su madre: Quiere que el malva claro forme parte del tejido. La mujer sonríe y abraza a la pequeña. Acepta su sugerencia, aunque sabe que es innecesaria: La niña es un hermoso hilo dorado con el que teje desde hace tiempo.
(Para Johanna Rosbeck: Gracias por tu hilo. Espero que encuentres los colores más maravillosos)
5 comentarios:
Precioso!!
La relaciones entre mujeres (madres, hijas, hermanas, amigas...) son para mí algo realmente maravilloso. Tu relato está lleno de poesía.
Un beso para todas las mujeres
Muchas gracias a las dos! De alguna manera, las relaciones entre mujeres se "tejen" de forma distinta.
Un abrazo.
Muy dulce, muy bien tejido.
Besitos
Gracias Su, eres un sol.
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