Hilando fino

   Cuando Ulises regresó, Penélope abandonó las agujas e hizo la maleta. No tardaré —le aseguró—, y salió dando un portazo. Después de aquel día, su marido se convirtió en el mejor tejedor de la zona.

Prólogo

   Comenzó aprendiendo a dibujar frutas y bodegones. Cuando ya dominaba los claroscuros y los secretos de la perspectiva se inició en los rostros y paisajes, hasta crear con ellos un mundo único. Pero un día descubrió que alguien le había estropeado una manzana. Entonces arrugó todo lo hecho y optó por modelar con arcilla.


¿Y por qué?

   A pesar de todos los años acumulados, no había dejado de ser como un niño en la edad de las preguntas. Algunas de sus cuestiones obtenían una repuesta; otras carecían de ella o no podían ser resueltas por cualquier interlocutor. Pero un día encontró la horma de su zapato, el ying que equilibraría su insistente yang. En esa ocasión se enfrentó a la más simple y compleja de las réplicas: ¿y por qué no?  

La casa de mis sueños

   La casa de mis sueños no es grande, ni tiene jardín. Sus habitaciones son pequeñas y escasas, y desde ellas no se ve el mar. Está lejos de todas partes, no tiene garaje y los vecinos que la vigilan a todas horas nunca prestan el azúcar o la sal. Pero en la casa de mis sueños vives tú.

Ellos

   No nos pertenecen ni el fuego, ni el temblor, ni la sal, ni el fragor, ni la luz, ni la paz. Son ellos, mi amor, los que nos crean.


Insulanos

   La isla estaba hecha de viento: de las palabras que se llevaba, de las noticias que traía, de las voces efímeras de sus habitantes etéreos. Pero era tan hermosa, que parecía verdadera, y a ninguno de sus moradores le preocupaba que pudiera ser tan precaria como ellos.