A cuatro manos

Cuando la condesa Caroline Esterzázy le preguntó a su profesor de música, Franz Schubert, por qué razón no le dedicaba una obra, el joven compositor le respondió que eso era innecesario, pues todo lo que escribía lo hacía pensando en ella. Esta tímida declaración de amor brotó de lo más hondo del corazón del músico de manera espontánea y sin esperanza, pues no podían amarse. La diferencia social existente entre ambos y la enfermedad venérea que él padecía en secreto hicieron que Schubert sólo pudiera aspirar a estar junto a Caroline el tiempo que compartían tocando el piano. Por eso, pensando en ella y para ella, escribió partituras donde los dedos de ambos pudieran encontrarse y entenderse, donde les estuviera permitido sentirse sin obstáculos. De esta manera, de las múltiples formas que puede adoptar el amor, entre las cuales la más común es el contacto entre dos cuerpos, Schubert eligió entenderlo a cuatro. Para él, el amor era a cuatro manos.

Momento único

Pedro, el oculista, ha salido corriendo. Atónitos, sus pacientes lo ven alejarse por el pasillo. No logran entenderlo. Es más, nunca han presenciado algo así.
Pedro sigue corriendo, y a su paso va dejando la misma expresión de asombro en todo aquél que lo ve atravesar el hospital. La mayoría lo identifica como el doctor Ruipérez, el conocido oftalmólogo, pero en ese momento es sólo un hombre que corre para llegar a tiempo. Y parece que va a conseguirlo. Al fondo, ve una enfermera que le sonríe. Cuando llega a su lado, está sin aliento. Llegas tarde, le dice ella. Tu mujer ha tenido un niño.

(Relato escrito para el concurso Relatos en Cadena: escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser. El comienzo debía ser "Pedro, el oculista, ha salido corriendo")

La familia de las cuerdas

Desconsolado, el violín le dijo a la viola: de mayor, ¿podré ser un violonchelo?

Se busca creyente

Hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros. Ya nadie cree en Dios, ni en el prójimo. Ni siquiera, en uno mismo.

Nadie cree en la bondad humana, ni en el amor a primera vista. Tampoco a segunda o tercera.

No hay quien crea en Los Reyes Magos o en los cuentos, sean de la índole que sean.

Nadie cree ya en las promesas.

Todo el que llega a este lugar, lo hace de paso. Nadie lo habita. Alguien que estuvo aquí dejó un cartel que dice “se busca creyente”.

(Relato escrito para el concurso Relatos en Cadena: escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser. El comienzo debía ser "hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros")

Identidad

     Han pasado muchos años desde la primera vez que durmieron juntos y, a partir de entonces, lo han hecho siempre de la misma manera. Arropados entre las sábanas, sus cuerpos se buscan mutuamente hasta que se encuentran y se adaptan perfectamente el uno al otro. Y así, abrazados, aguardan a que llegue el sueño.
     El paso del tiempo ha hecho mella en ambos. Sus cuerpos de ahora, sólo recuerdan de manera vaga a aquéllos que fueron. Poco a poco, se han ido convirtiendo en otros que continúan abrazándose de la misma manera. Sin embargo, es justo en ese instante en el que transitan de la vigilia al sueño, cuando sus cuerpos se reconocen mutuamente y saben, que aunque se empeñen en reflejar lo contrario, bajo la piel siguen siendo ellos.

Arte efímero

La cena se enfriaba en la mesa, pero a nadie parecía importarle. El estruendo de los fuegos artificiales y sus arabescos multicolores atrapaban la atención de todos, grandes y pequeños, quienes permanecíamos arracimados ante una ventana claramente insuficiente para ejercer de palco de un espectáculo tan concurrido. Pero allí estábamos, como cada año, repitiendo la misma escena que ocurría simultáneamente en otras ventanas similares, admirando la belleza y fugacidad de unas luces que morían al poco de tiempo de nacer. Sin embargo, a mí nunca me gustaron, porque sentía que las luces nos observaban y se reían de nosotros. Ellas, siempre iguales. Nosotros, cada año más viejos.

(Relato escrito para el concurso Relatos en Cadena: escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser. La frase de inicio debía ser "la cena se enfriaba en la mesa")