Desfase

   Sin saber cómo, perdió un minuto en la ducha. En lugar de 07:10, en su reloj se leía 07:11, y esa evidencia le hizo vivir el día como si no fuera suyo. Todas las personas que encontró en la calle no se hubieran cruzado con ella si hubiera salido a la hora prevista. Las conversaciones, las miradas, los momentos... Nada de eso le hubiera pertenecido. Recorrió el día como si fuera otra persona, y en ese deambular expectante descubrió que esa vida era mucho más interesante que la suya.


Enrique

   Enrique viene y se va, ahora está y luego no. En medio, una llamada de teléfono. Alguien le avisa de que ha ocurrido algo, cualquier cosa: un incendio, un accidente de tráfico, un derrumbamiento. Y Enrique debe irse, porque normalmente hay vidas en peligro. Muchas veces todo termina bien; otras, no. Pero ésas son las reglas del juego, porque las almas, como Enrique, vienen y se van.


Encuentro

   Cruzaba las calles sin mirar porque a su edad, ya no le tenía miedo ni a la muerte ni a la vida. Avanzaba con paso firme sin girar la cabeza cuando oía las bocinas de los coches y los gritos de los conductores, porque no le importaba morir. Hasta que un día, contra todo pronóstico, se cruzó con un conductor kamikaze al que no le importaba matar.


Mutuamente

   Y al final, se conocieron, se entendieron, se confiaron y se quisieron, hasta el día en que se desconfiaron, se desentendieron y se desconocieron sin que existiera la posibilidad de otro principio.


Detalles

   Ayer te vi atravesar La Alameda y me extrañó que estuvieras en Los Sauces. Luego recordé que llevas varias semanas muerto, y no supe cómo reaccionar. Tal vez debí decírtelo entonces, pero no lo hice. Conociéndote, no quería que te llevaras el susto de tu muerte.