Antología de súbitos cuentos infraleves

Juan Yanes ha tenido el detallazo de publicar algunos de mis nanorrelatos y otros textos breves en su blog, Máquina de coser palabras. Los invito a acercarse hasta él, y también a entrar en su otra casa, El oscuro borde de la luz, donde podrán conocer los textos y fotografías de un ser extraordinario.


Fantasías

De nuevo, se le ha hecho tarde. Su madre no entiende que le faltan sólo cinco minutos para rematar al dragón. Se le ha ido el tiempo persiguiendo delincuentes, ganando un mundial de fútbol, escalando la montaña más alta que recuerda y capitaneando un navío fantasma. Está agotado… Y sucio. Después de varios intentos, su madre logra convencerlo de que lo mejor es que vuelvan a casa  y borren las huellas de sus hazañas con una esponja.


Mientras le ayuda a desvestirse, deja que el agua llene lentamente la bañera. El sonido del grifo vaciándose sobre la porcelana se mezcla con la risa de su hijo. Dentro de nada estará durmiendo plácidamente junto a sus dos hermanos pequeños. Entonces ella podrá disfrutar del silencio de la noche sentada en la terraza de esa casa que comparte con un hombre amable que la escucha y cuida de ellos.



Naturaleza

   Cuando el último mamut cerró los ojos para siempre, no fue consciente de que su muerte implicaría el final de una especie. Tampoco la última gacela saudí ni el único lince ibérico pudieron preverlo. El último homo sapiens, intuyéndolo, no quiso creerlo.



Convivencia

Cuando mi abuelo murió, no se fue de casa. Se quedó con nosotros sin que nadie lo supiera. Yo soy el único que lo ve deambular de un lado a otro, desubicado. Observo cómo arrastra las zapatillas enfundado en su pijama azul, sin entender qué es lo que ocurre. Pero es lógico. Con el tiempo, eliminamos sus muebles del dormitorio y añadimos librerías y una mesa para el ordenador. Ahora lo llamamos “el estudio”. Mi abuelo entra y sale de él a su antojo, buscando una pipa que no encuentra, y un reloj de pulsera que ahora lleva puesto mi padre. Aún así, no se puede decir que lo esté pasando mal. En otras casas, he llegado a contar hasta quince personas.