El color de la vida

     De pequeña la vistieron de rosa y le contaron que los príncipes eran azules. Le enseñaron las tareas de la casa y a sentarse como una señorita. Su abuela la felicitaba cuando recogía la casa como una mujer, mientras sus hermanos veían la televisión o se entretenían jugando. Cuando pasaron los años, empezaron las preguntas incómodas, que son todas las que empiezan con ya: ¿ya tienes novio? ¿Ya tienes hijos? ¿Ya...? Parecía que llegaba tarde a todos lados. Pero esa época también pasó, y ella misma fue aprendiendo que los príncipes no eran tales, que eran solo personas como ella, que los hijos quizás no llegarían, que no se le daba bien cocinar y que el color que mejor le sentaba era el verde. Y cuando creía saber quién era, la sociedad le exigió más. Le dijo que podía viajar sola sin sentir miedo, que su cuerpo le pertenecía únicamente a ella, que el sexo esporádico era una opción como otra cualquiera, que podía trabajar en tareas consideradas para hombres si así lo deseaba. Ella, que había sido solo una niña vestida de rosa, tenía ahora carta blanca, pero no sabía utilizarla. 

Obsolescencia programada

     Dicen que el amor dura siete años, y que la vida de una persona no puede superar los ciento veintidós: tenemos tiempo suficiente para amarnos varias veces.


Lapsus

   Tal vez alguien te contó que nos quisimos. Se sabe que la mente crea recuerdos cuando una persona nos repite una historia durante mucho tiempo. Te dicen que algo sucedió de una u otra manera, y tú llegas a creer que estabas allí y que viviste esa situación aunque no fuera así. Por eso debes creerme: si te hubiese querido, no lo hubiera olvidado.




Ella

   Aquel día todos llegaron tarde: una joven que se enfrentaba a un abominable examen de Química; un hombre que esperaba convencer a su médico de que esta vez sí tenía algo importante; una mujer que esperaba constantemente algo que no llegaba y que tampoco sabía exactamente qué era; unos antiguos amantes ávidos de rincones diferentes... Todos vieron cómo el conductor de la guagua se negaba a continuar. Falta alguien, decía, pero sólo él sabía quién era.

Poliopuestos

   Amparados en las leyes de la Física, aquellos dos polos opuestos se atrajeron de manera inevitable, de igual forma y con el mismo magnetismo que ejercieron también sobre otros.


Desfase

   Sin saber cómo, perdió un minuto en la ducha. En lugar de 07:10, en su reloj se leía 07:11, y esa evidencia le hizo vivir el día como si no fuera suyo. Todas las personas que encontró en la calle no se hubieran cruzado con ella si hubiera salido a la hora prevista. Las conversaciones, las miradas, los momentos... Nada de eso le hubiera pertenecido. Recorrió el día como si fuera otra persona, y en ese deambular expectante descubrió que esa vida era mucho más interesante que la suya.


Enrique

   Enrique viene y se va, ahora está y luego no. En medio, una llamada de teléfono. Alguien le avisa de que ha ocurrido algo, cualquier cosa: un incendio, un accidente de tráfico, un derrumbamiento. Y Enrique debe irse, porque normalmente hay vidas en peligro. Muchas veces todo termina bien; otras, no. Pero ésas son las reglas del juego, porque las almas, como Enrique, vienen y se van.


Encuentro

   Cruzaba las calles sin mirar porque a su edad, ya no le tenía miedo ni a la muerte ni a la vida. Avanzaba con paso firme sin girar la cabeza cuando oía las bocinas de los coches y los gritos de los conductores, porque no le importaba morir. Hasta que un día, contra todo pronóstico, se cruzó con un conductor kamikaze al que no le importaba matar.


Mutuamente

   Y al final, se conocieron, se entendieron, se confiaron y se quisieron, hasta el día en que se desconfiaron, se desentendieron y se desconocieron sin que existiera la posibilidad de otro principio.


Detalles

   Ayer te vi atravesar La Alameda y me extrañó que estuvieras en Los Sauces. Luego recordé que llevas varias semanas muerto, y no supe cómo reaccionar. Tal vez debí decírtelo entonces, pero no lo hice. Conociéndote, no quería que te llevaras el susto de tu muerte.


Dobles

   Me han dicho que tengo un doble viviendo en el otro lado de la isla, y de vez en cuando me llegan noticias suyas. Me cuentan que está bien, que cambió de trabajo, que sigue viviendo en Los Llanos de Aridane. A veces me pregunto si también a ella le hablarán de mí, si sabrá lo que hago o lo que evito a toda costa. Me inquieta pensar que me considere su doble y no al contrario, o peor aún, que en el fondo no seamos más que dos partes de la misma cosa, que vivamos cada una en un lado de una isla simétrica, tan igual y tan diferente como los dos perfiles del rostro que al parecer compartimos.


Compañeros de piso

   Desde hace años, conviven debajo de mi cama el Hombre del Saco, el Coco y un par de fantasmas. Ahora se han añadido la hipoteca, el colesterol elevado y el paso del tiempo. Un día de éstos tendré que hacer algo, pero no sé cuándo. Lo único seguro es que ya no me queda espacio para tanto miedo.


De corazón

   Después de varios intentos, la reanimación cardiopulmonar le devolvió la consciencia durante cinco segundos, el tiempo suficiente para agradecer profundamente el simple hecho de estar vivo y comprender que toda su existencia había transcurrido en ese único instante que ahora abandonaba.

Aviso importante

   Estoy atrapada en un sueño del que no recuerdo el principio. Si alguien lee esto, quiero que sepa que intento soñarle de la mejor forma que puedo, y que probablemente, acabaré despertando.


Venganza

   Hace poco tuve un flechazo. Con sumo cuidado, extraje la flecha de la carne enamorada, la limpié y la guardé a la espera de localizar a Cupido. Cuando lo encuentre, se va a enterar de lo que es morir de amor.


El otro big bang

   En un momento indefinido, la población comenzó a replegarse. Ocurrió sin una señal de alarma por nuestra parte, como algo inevitable que asumimos sin cuestionar. Vimos cómo las nuevas familias tenían cada vez menos hijos, pasando de cinco a cuatro, a tres, a dos, a uno. Ésa cuenta atrás nos llevó al cero. Ahora que somos tan pocos, nos preguntamos qué pareja llegará al final: qué Adán, qué Eva.


La importancia del complemento directo en la vida cotidiana

   Escuchó te deseo y le dio tiempo a imaginar un mundo de posibilidades que acabó estrellándose contra las paredes de su mente en una milésima de segundo, justo en el momento en que su cerebro procesó el final de la frase y de la historia de ambos: lo mejor



Cuestión de ángulo

   Todos coincidieron en describirlo como un hombre recto. Es cierto que nadie lo definió nunca como un obtuso, pero también que no destacó por ser especialmente agudo. Poco más se puede afirmar de esta persona que decidió dar un giro de 180 grados a su vida, rompiendo así todos los cálculos.


Problema

   Si la suma de los días resta tiempo y multiplica las posibilidades de dividir nuestro camino, ¿a qué velocidad debemos vivir para que el resultado sea correcto?