Nada más llegar a casa, se afloja la corbata. Por desgracia, no es lo único que lo ahoga. Hace tiempo que trata de disimular el mal estado de su economía, pero cada vez le resulta más difícil. Empezó comparando precios y recortando gastos superfluos, pero ya no es suficiente. Es consciente de que no podrá ir de vacaciones con su mujer y sus hijos, y no sabe cómo decírselo a los niños. Hace tiempo que sueñan con parques de atracciones y copas de helado de tamaños imposibles, y no quiere desilusionarlos. De momento, piensa llevarlos esa misma tarde a jugar a un lugar apartado al que solía ir con su padre, una zona llena de árboles que no está lejos de la ciudad. Luego, ya se verá.
Cuando llegan, los niños no muestran mucho entusiasmo. El mayor, más aventurero que sus dos hermanas, comienza por inspeccionar el terreno. Las niñas se quedan con el padre. Él quiere enseñarles un juego, y para eso les pide que busquen algunas piedras. Como ésta, les dice, mostrándoles un pequeño canto entre sus dedos. Las niñas se miran. No entienden qué diversión puede haber en eso, pero no quieren decepcionar al padre. Al cabo de unos minutos tienen ya suficientes piedras. El niño se ha unido a sus hermanas, y ahora los tres escuchan atentos al padre. Es sencillo, les dice, pero se necesita rapidez. Con una sola mano, lanzamos una de las piedras al aire y la recogemos, pero el tiempo que tarda en caer, debemos coger una de las que están en el suelo. El padre abre la mano orgulloso, mostrándoles las dos piedras. El juego se va complicando, continúa, pues ahora son dos las piedras que tenemos que lanzar al aire, y además coger una tercera. Los niños miran atónitos cómo el padre consigue atesorar tres pequeñas piedras en su mano, luego cuatro, cinco... ¿Quieren probar? Les pregunta. Ellos practican, pero les resulta difícil. Aún así, lo siguen intentando. Y así, entre risas y juegos, pasan la tarde. Es posible escucharlos desde la carretera.
Cuando regresan al coche, ya es casi de noche. El padre los observa por el retrovisor mientras recuerdan los momentos más divertidos. Papá, tenemos que repetirlo, dice una de las niñas. Claro que sí, le responde, de eso precisamente quería hablarles...
(Relato escrito para la reunión de relatos sobre crisis del blog de Anónima Mente: diariodeanonimamente.blogspot.com)
15 comentarios:
A veces una crisis ayuda a reconocer y solucionar otra. A veces...
He tratado de separar los párrafos, pero no hay manera, no me deja. Prometo seguir inténtandolo! :o)
O una crisis es tan sólo el eslabón de una larga cadena.
Saludos.
Belén, no hace falta separar párrafos. Así como está es un gusto leerlo.
Buen comienzo de semana
Tienes razón José Manuel, por desgracia no suelen venir de una en una.
Gracias Patricia, es que me da la sensación de que agobia un poco así...
Buena semana!
Todos los cambios de planes, sean por el motivo que sean, dan lugar a nuevos planes. Que sean buenos o malos depende del modo que tengamos de plantearlos y percibirlos.
Besos
Claro, Su. Es cuestión de perspectiva, lo que ocurre es que a veces nuestra manera de ver las cosas está demasiado estereotipada, y cuesta salir de esos límites marcados.
Besos.
Tal como creo, las crisis ayudan a crecer, y esta familia parece que se está creciendo con la crisis, están mirándose y viéndose como personas. Seguro que estos niños aprenderán mucho más que en un parque de atracciones con grandes helados.
Gracias por el bonito micro Belén!
Un abrazo
Anita, gracias por tu comentario. Yo pienso que hay que ver los problemas como oportunidades. Así adquieren otra dimensión, nos preocupan menos y estamos predispuestos a extraer algo bueno de ellos. En esa línea estaría esta familia (espero, porque no sabemos qué cara pusieron los niños cuando se enteraron de la noticia...) :o)
Un abrazo.
Suerte en el concurso!!!
me gustó mucho el cuento, cuando no se divide fácil en párrafos la puntuación es suficiente, el relato estuvo de fácil lectura y en ningún momento se hizo pesado. Felicidades!
Muchísimas gracias a los dos!
Un abrazo.
Juraría haberte comentado este texto, pero parace que no por lo que repito...buen micro que nos deja ver que la felicidad y lo realmente importantes no siempre están en las cosas más grandes. Un abrazo y suerte en la reunión de micros.
Gracias, Maite. La felicidad es maravillosa porque no se compra. Viene a nuestro encuentro, pero nos empeñamos en buscarla en sitios equivocados...
Un abrazo.
Vaya manera de reflejar!!!
de pronto se vuelve espejo!!!
mi crisis?...ha dejado de ser.
Me alegro Rosio! Las crisis compartidas son menos crisis :o)
Gracias por tu comentario y por pasar por aquí.
Un abrazo.
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