En las ciudades la vida pasa muy deprisa. Los días duran menos y lo ocurrido hace muchos años parece que sucedió ayer. Los ancianos son solo niños que se precipitaron en el tiempo, y los bebés se hacen mayores con cada pestañeo de sus padres. El amor se abandona a medio consumir y se repone por otro. Los libros breves se dejan a la mitad y los extensos, ni se abren. Los escritores ya no sienten la necesidad de
3 comentarios:
jajaja, gracias...
Un abrazo.
Una vez leído, sólo con el título se reflejan tus ciertas palabras. Me ha gustado y hace reflexionar.
Muchas gracias!
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