Literatura de viajes

   Dejaba la mente a la deriva y llegaba a lugares insospechados. El hábito de escribir le vino después, de la necesidad de contar esos periplos. Sus lectores, ávidos de datos biográficos, se convencieron de que aquellos sitios extraños eran metáforas de otros a los que se podía llegar físicamente. Nada más lejos de la realidad. Por mucho que insistiera en desmentirlo, el escritor se esforzaba en vano, y aquellos lugares tan suyos permanecían inaccesibles a su pesar.


Ambulancias

   De pequeña dibujaba ambulancias. Aparecían en medio de las cuartillas junto a montañas, casas y niños. Eso lo descubrió cuando ya era adulta, revisando los trabajos escolares. Entonces recordó que durante una época jugó a ser mamá. Pero no cualquier madre, sino la suya. Por eso aparecía en los dibujos, como un vehículo blanco rematado por una luz roja. Su madre no era médico, ni enfermera. Era auxiliar administrativo de un hospital situado en una isla perdida en el Atlántico. Pero también podía ser la protagonista de muchos dibujos y de esta historia.

Promesas

   Va vestida de blanco por una promesa. Se la hizo a la Virgen de las Nieves un día que ya nadie recuerda. Desde entonces, cumple su palabra llevando una bata blanca sobre los vestidos que varía cada día, como un uniforme que evoca la imagen de su devoción. Han sido muchas las personas que la conocieron llevando esa indumentaria, pero nadie sabe a ciencia cierta el motivo. El silencio sobre esa verdad, solo ella puede romperlo.

El Sr. Díaz

   Todos crecimos alrededor del Sr. Díaz. En algún momento de la niñez, todos trepamos a la base de su escultura o jugamos a la pillada alrededor de ella. Luego, cuando la edad hizo poco prudente mantener estos entretenimientos, la plaza donde se ubica la sufrida estatua se convirtió en un recurrente punto de encuentro. Sentados en sus bancos, los habitantes de Santa Cruz de La Palma observamos al Sr. Díaz y a los niños que nos sustituyeron, mientras aguardamos pacientes lo que ha de venir.